(nace en 1943 en Buenos Aires; vive y trabaja en Buenos Aires)
En 1963, habiendo finalizado su beca para estudiar con los Nouveaux réalistes en Francia, la artista argentina Marta Minujín decidió, en sus propias palabras, “destruir todas las obras que había hecho en los últimos tres años”. Invitando a sus colegas artistas Lourdes Castro y Miguel Otero a una exposición colectiva en su estudio de la rue Delambre en el distrito XIV, Minujín hizo un catálogo en el que anunció de manera explícita su intención para el fin de la exposición: “le jour de fermeture à 19h. Marta Minujín détruira ses oeuvres”. Esta destrucción se llevo a cabo en un lugar público y al aire libre: los artistas Niki de Saint Phalle, Jean Tinguely y Larry Rivers le permitieron usar un terreno baldío llamado Impasse Ronsin (que notablemente, también fue donde se llevó a cabo el evento grupal/pintura en proceso de Saint Phalle, Disparos, en 1961).
Las fotografías que documentan esta acción, revelan una mezcla extraña de happening eufórico y desolación de posguerra. Los artistas que habían oído hablar del evento antes de la exposición fueron invitados a realizar intervenciones utilizando las obras de Minujín: unos colchones esculturales que colgaban enmarcados, sea usados y recuperados de hospitales o construidos por la artista, y unas almohadas salpicadas con pintura de colores primarios. En su relato de aquel día, Minujín describe esta participación colectiva de su auto-aniquilación: “Ellos [los artistas invitados] tenían que comparecer en el terreno baldío (Impasse Ronsin) a las 18hs del 6 de junio, trayendo los elementos de trabajo que mejor los expresasen. Tuvieron que crear sobre mis obras (como destrucción simbólica); tuvieron que sobreponer sus imágenes a las mías, eliminar, borrar, modificar mis obras. Crear para destruir; quemar mi identidad”. En las imágenes en blanco y negro de ese día, las salpicaduras de pintura blanca que se chorrean por la camisa oscura de manga larga y la falda hasta la rodilla de Minujín crean una línea visual que alinea su cuerpo con las obras en llamas que la rodean. Su cuerpo pintado refuerza, tanto visceral como simbólicamente, la idea de que la artista se está quemando a sí misma en el proceso.
Estos restos inquietantes hacen recordar la auto-inmolación en la época de protestas contra Vietnam. Durante ese mismo año, el monje budista Thich Quang Đức se quemó vivo en protesta a la persecución religiosa del gobierno de Vietnam del Sur, y sus imágenes circularon por todo el mundo a través de una naciente prensa internacional. Sin embargo, Minujín también reafirmó explícitamente una creencia sumamente positivista en el potencial del arte de intensificar la vida y “despertar [al espectador] de la inercia”. Al quemar sus obras, se negó a ser parte de los “cementerios culturales” de los museos y galerías donde (en sus palabras) el arte iba a morir, una “eternidad que no me interesaba”.